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viernes, 25 de enero de 2013

La Corrida de ayer. reseña taurina, por Enrique G. de la Mata


  Capítulo 13

                           
 PLAZA DE TOROS DE LA LINEA
                            
La corrida de ayer.


--¿Hace “farta un coche bueno                                          Llegué a la plaza y allí
“pa” los toros, señorito?                                                    vi, como siempre, a los hijos
Con V. solo me voy.                                                          de Gibraltar con cencerros
Pero digo ¡que ahora mismo!                                            y con palos y con pitos,
El cochero que así hablaba                                                divirtiéndose a su modo,
era más feo que un tiro                                                      bebiendo y hallado a gritos.
y el coche que me ofrecía                                                  los de aquí con manzanilla
era un coche “nuevecito”:                                                 y con voces y silbidos;      
las cortinas desgarradas;                                                   los vendedores gritando
el techo agujereado;                                                          y en medio de tal bullicio
un muelle de atrás partido                                                 mil mujeres hermosísimas
y medio muerto el caballo.                                               de andares provocativos,
Gracias que encontré otro coche                                       labios siempre sonrientes
que si no, me voy andando                                               y ojos rasgados y lindos,
porque lo que es en aquél                                                  con su presencia alegraban
de fijo nos estrellamos.                                                     dando vida y colorido
                                                                                           a aquel cuadro encantador
                                                                                           de España tan solo digno.





Distraído estaba yo con todas estas cosas cuando se presentó en el palco el Sr. Presidente, midió las puyas con el llavín de su casa según dijo a mi lado un señorito “litroso”, sacó el pañuelo que aún conservaba el calorcillo de la plancha y el olor de agua florida, dando la oportuna señal para que salieran a la arena las cuadrillas de Guerra y Reverte. La música tocó la marcha de Pan y Toros, que muchos tomaron por el Miserere del Trovador; salieron los diestros y después de las formalidades que marca el arte, volvió el Presidente a sacar el pañuelo, notando con sentimiento que ya estaba frío y que había perdido parte del perfume.

 Hizo una señal y dieron suelta al primer Muruve, que se llamaba si no nos han engañado, Culebrito. Llevaba el número 22 de los de su familia y era negro zaino, cornicorto, bien puesto y astillado del izquierdo. Con poquísima voluntad y menos bravura tomó tres varas a la carrera; luego se creció algún tanto, tomando siete varas más y dando una caída.

  En banderillas le adornó Mojino con dos pares, uno cuarteando bueno, y el otro a la media vuelta; y el Primito con otros dos, uno de sobaquillo y otro al relance.

  Y sale a matar el Guerra, que vestía de azul y oro, empleando con Culebrito la siguiente faena: once pases naturales, cuatro con la derecha, dos en redondo y dos de pecho, dando un pinchazo en hueso; varios pases más y … ¡!horror!! una estacada atravesada, saliendo el matador como Dios quiso y la punta del estoque por el otro lado del toro.

  ¡Y eso lo hizo Guerra, Guerrita, Rafael II ¡!
  Otros cuantos pases más, una pasada sin herir y una estocada sin cuadrar de la que se echó el animal.

Lo levantó el puntillero                                           Y salió el segundo bicho
que era más malo que yo;                                         negro zaino, bien puesto,
pero luego a la tercera,                                             bravo, ligero de pies
el hombre, al fin acertó.                                           y más chico que el primero.

  Se llamaba “Aragones” y tenía el número 2. Tomó siete varas, casi todas recargando, dio cinco costalazos a los “caballeros andantes” y dejó sobre la arena dos víctimas.

  Le adornaron con tres pares y medio de palos y pasó a mano de Reverte. Cinco pases con la izquierda, once con la derecha y dos de pecho precedieron a un pinchazo; da un pase natural, uno de pecho; se le cuela el toro. Otro pase natural y un pinchazo alto. Vuelve a pasar y dio una buena estocada hasta la mano que le valió muchas palmas.

                                El tercero “Salguerito”
                                negro zaino, astiblanco
                                un poco enjuto de carnes
                                y un poco cariavacado.

Guerra se enreda con él y le da tres verónicas, una de farol y dos de frente por detrás, escuchando muchas palmas.

  Aguantó el toro seis varas, dando en cambio dos batacazos a los tiernos y delicados picadores.

  Almendro colocó un par abierto; Antonio Guerra, después de una salida en falso clavó un buen par y repite Almendro con otro par bueno.
                         
                            Guerra lo pasa ocho veces;
                            le atiza media estocada;
                            el bicho escupe el estoque
                            y aquí no ha pasado nada.

  Con que vuelta a empezar. Tres pases naturales; una estocada corta y tendida y …
                          
                          Otros dos pases le dio
                           y también otra estocada
                           tendida y atravesada
                           de la que el toro se echó.

  El , número 31, le llamaban “Cumbrero”, vestía el mismo terno que sus compañeros y era algo levantado de cuernos.

  Recargando, con poder, y bravura tomó ocho varas, dio seis caídas y …

                        quitó de este mísero mundo
                         lo menos tres jacos
                         en competencia con las de “arenque”

  Pide el público que pareen los matadores y cogió Guerrita un par que ofreció a Reverte, el cuál rehusó tomarlo.

  Guerra clavó un par al relance y entre Moyano y Pesquero clavaron dos pares y medio.

  Reverte pasó al bicho diez y nueve veces, sufrió dos achuchones y dando una estocada atravesada. Varios pases más. Intenta prepararlo para el descabello y se le cuela el toro saliendo casi alcanzado. Otros cuantos pases y atiza una hasta la mano que hizo un ovillo al toro.

  El 5º, “Rosarito”, número 5, negro, bragado, caído de cuernos, tomó cuatro varas y dio dos caídas. Entre Mojino y Primito le pusieron cuatro pares. Guerra lo pasó una vez con la derecha, dos de pecho y tres naturales para una estocada corta cuarteando muchísimo.

  Dos con la derecha y uno natural; otra estocada corta buena, dos pases más y una estocada hasta la mano. Palmas.

  El 6º, “Pergolito”, número 8, negro pitón bragado, astiblanco y levantado de cuernos.

  Con voluntad tomó nueve varas dando cuatro caídas. Le clavaron tres pares y Reverte, después de una infinidad de pases y varias estocadas lo remató de una en las tablas.

EN RESUMEN:  Los toros buenos, exceptuando el primero. Sobresalieron el 5º y el 6º.

  Los picadores si no hubiera sido porque ninguno pinchó en su sitio hubieran quedado bien puestos.
  Los banderilleros fueron los que quedaron mejor.
  Los espadas… De los espadas habría mucho que hablar.
  Con razón decía uno desde el tendido: --¿Y este es Guerrita?
  Yo digo igual, y además: ¿Este es el Reverte, el que nos pintaban como modelo de arrojo y valentía?
  La entrada un lleno en el Sol; poco más de medio en la Sombra, y flojas, pero muy flojas, las   localidades de preferencia.
  El servicio de plaza bueno.
  La Presidencia acertada.
  Sardinas enviadas al otro barrio, catorce.
  Y para terminar:

                        Si aquí en otra corrida
                        matan Guerra o Reverte
                        me embarco para Cuba
                        tan solo por no verles.


                                 ENRIQUE GOMEZ DE LA MATA. La Línea 9 mayo 1892.