Capítulo 40
EL INCENDIO DE ANOCHE
Viernes 8 de marzo de 1895.
Noticia aterradora fue la que anoche a las
once cundió en la calle Real. ¡Que arde el almacén de Ricardo Ruiz! Y
en el acto se lanzaron a la calle y se dirigieron al lugar del incendio cuantos
se encontraron en condiciones de hacerlo así.
Desde el momento que se llegaba a la calle Real se veía que las llamas
subían ya al exterior del edificio, acusando que en el interior del almacén el
incendio tenia graves proporciones.
De lo primero que se trató por cuantos
acudieron en primer término fue avisar a los más comprometidos, que lo eran los
dependientes del indicado almacén, de la propiedad de don José Sánchez Medina, propietario y del comercio de San Roque, y los propietarios del
edificio que habitaban el piso alto, señores de Ruiz Cuadro.
Después los más arriesgados eran el
establecimiento de tejidos de don Juan
Simón Lozano, la casa de don José
Escalante y el establecimiento de calzados de don Antonio Niebla García.
Por la espalda era grande el peligro de
porción de vecinos, habitantes en la casa incendiada y demás contigua.
Como no había momento que perder, porque
las llamas aumentaban por instantes, hiciéronse inauditos esfuerzos por llevar
la alarma a don Ricardo Ruiz para
que huyese de la catástrofe, y estando en esta operación hubo una explosión
dentro del establecimiento, que luego se supo fue debida a la inflamación de
los bombos del petróleo y aceite destruyéndose una de las puertas del
establecimiento, por la que salió una columna de fuego que llegó hasta la pared
de enfrente, envolviendo y poniendo en grave peligro a diferentes personas
conocidas de la población, las cuales salieron con el pelo, cejas y pestañas
quemadas, y algunas con la piel del rostro también lesionada.
Consiguiese poner a salvo a don Ricardo Ruiz y señora, así como a sus padres, este último gravemente enfermo, y
sin más equino que unas ligeras ropas para cubrir sus carnes, pues se hallaban
acostándose cuando se apercibieron del humo, del inmenso peligro en que se
encontraban.
Don Ricardo Ruiz pudo también
llevar consigo algunos fondos. Lo demás todo fue pasto de las llamas con
rapidez vertiginosa.
También fue sacada de su domicilio la
esposa del señor Escalante, que se
hallaba postrada en casa gravemente enferma.
La casa y establecimiento de tejidos de don Juan Simón Lozano, fue preciso
desalojarlo inmediatamente, porque el fuego amenazaba envolver a dicho edificio
y era indispensable aligerarlo del inmenso combustible que allí existía. Los
géneros fueron sacados a la calle, así como el mostrador, estantería y
mobiliario de la casa, que fue arrojado por el balcón, sufriendo el señor
Lozano graves e importantísimas pérdidas y quebrantos.
Se adoptaron desde los primeros momentos
las medidas y disposiciones que las circunstancias permitían, con la
cooperación de todas las autoridades,
funcionarios públicos, fuerza Municipal y de la Guardia Civil, Militar, Carabineros, de
una de las escampavias de guarda costas
y Orden Público, trabajándose por
todos y con ayuda del vecindario sin distinción de clases ni matices, con todo
denuedo para impedir la propagación del voraz elemento y procurar su completa extinción.
Mientras esto sucedía, las llamas tomaban
tal incremento por la fachada de la calle Real, que pusieron en inminente
peligro la casa que habita con su establecimiento don Juan de los Santos, y la que de su propiedad ocupa con su
familia don Cayetano Ramírez, por lo
que fue preciso retirar las puertas y ventanas y rociar con agua las fachadas
para que la propagación que amenazaba de un modo inminente, no se realizara.
Hallábase ya localizado el incendio entre
una y media y dos de la madrugada, cuando se presentó, con general contentamiento,
la brigada de bomberos de Gibraltar, con dos potentes bombas, empezando a
funcionar una en el acto.
El “Hecho” de Gibraltar había hecho oportunamente la
señal de incendio en nuestra población.
A las tres y medias de la madrugada el
fuego quedó extinguido, dejando en alberca toda la parte de casa de don Ricardo Ruiz, que constituía lo
comercial de la finca por la parte de la calle
Real.
El Sr. Alcalde, acompañado del Sr.
Comandante militar y de otras distinguidas personas, salieron a despedir a la brigada de bomberos de Gibraltar,
demostrándoles el agradecimiento en que se tenían sus valiosos servicios, y
obsequiando a todos sus individuos, que mostraron unánime satisfacción.
La brigada dicha demostró en sus trabajos
gran pericia, mucha actividad y una perfectísima organización, disponiendo de
un excelente material, que es indudable, aminora los efectos del siniestro en
los desgraciados casos en que se producen.
Nuestro Ayuntamiento tiene ya acordado, con
motivo del anterior incendio, adquirir material suficiente para la extinción de
esta clase de siniestro y ha hecho ya el oportuno pedido. Pues dada la
frecuencia con que estos siniestros se vienen sucediendo, urge, y se hace
indispensable, la adquisición de tan útiles elementos, así como la organización
de una buena brigada de bomberos.
Es una mejora que no se hará de esperar y
cuyo complemento se obtendrá si el comercio por su parte abandonando la punible
apatía que en todo muestra, hiciese a su vez lo mismo que va a efectuar la Corporación Municipal.
Después de extinguido el incendio fueron
recogidos de las calles los efectos y mobiliarios que se depositaron en las
mismas en los primeros momentos, retirándose la mayoría de las fuerzas,
quedando encomendada la vigilancia permanente del edificio incendiado a la
fuerza municipal en unión con la de la Guardia Civil.
A la vez el Sr. Alcalde dio las órdenes oportunas para que en el momento en que
amaneciera, se adoptaran en las medidas de precaución que fuesen necesarias
para no hacer peligroso el tránsito público por la proximidad del lugar del
siniestro, y después de que se enteró de que todos los interesados se hallaban
en buenas condiciones, relativamente, con especialidad la joven y simpática
esposa del señor Ruiz, que sufrió
desde los primeros momentos grandes ataques nerviosos y cuyo estado era
delicado, se retiró a descansar con los
demás funcionarios que le acompañaban y cuya presencia allí no era ya precisa.
Hoy se han dedicado los interesados, y muy
especialmente don Ricardo Ruiz, a
remover los escombros para recoger algunos efectos de valor y metálico, que no
pudieron ser recogidos en la huida, lográndose recuperar cantidades
importantes.
El local continúa convenientemente
custodiado y vigilado. El almacén hallábase asegurado por la suma de 25.000 pesetas. El señor Ruiz tenía asegurada la finca, pero creemos que en una suma
mucho menor que su valor, sin comprender el seguro el mobiliario y demás
enseres de su casa, por cuya razón los perjuicios y daños sufridos son de
verdadera consideración.
El señor
lozano, nos aseguran, que la casa y el establecimiento de tejidos los tiene
asegurados también por la suma de 125.000
pesetas y que considera haber tenido un daño de 75.000 pesetas.
Después de tantos desastres, que vivamente
lamentamos, hay siempre algo de que alegrarse y es en este caso de que no hayan
inmensas e irreparables desgracias personales, lo cual y dada las condiciones
del suceso, ha sido un verdadero milagro, del que ha tenido gran parte la hora
en que se inició el incendio.
De ocurrir aquel una hora después, cuando
todo el vecindario hubiese estado entregado al sueño, son incalculables las
gravísimas consecuencias que pudieran haber sobrevenido.
La
causa del incendio fue la tirada de un fósforo al suelo, prendiendo fuego al
petróleo y después a alguna pólvora, volando el fuego instantáneamente de
la manera aterradora y desoladora que dejamos expuesta.
Así lo oímos decir anoche mismo en la calle Real a uno de los muchachos
dependientes del establecimiento, que por cierto lloraba amargamente.
¡Dios
nos libre en delante de la repetición de tan funestos acontecimientos!