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viernes, 10 de mayo de 2013

La Feria Llega 1924

Capítulo 66





LA FERIA LLEGA …


…y con ella, la hora de que se realicen las gratas esperanzas de nuestras niñas bellas, los sueños felices que forjaron en las incomparables noches veraniegas tibias y perfumadas … ensueños de amores ideales mucho tiempo presentidos y esperados con verdadera impaciencia…

    Todos anhelamos, la marcha rápida del tiempo que falta acariciando la ilusión de que esos días alegres en que parece se hace un alto en la vida han de borrar, por unas horas siquiera, nuestras constantes amarguras.

    Y satisfechos vamos viendo las primeras casetas, los primeros feriantes, las tiendas llenas, los niños que gozan ya pensando en el trajecito nuevo. Muchos vendedores ambulantes, muchos organillos callejeros … mucha alegría. Es una oleada de vida que se extiende por la ciudad toda, y que a medida que el tiempo corre se agiganta más y más sacudiendo la monotonía constante de nuestra existencia y predisponiendo los ánimos para una completa embriaguez de encantos y de bellezas.

    Y ya, mentalmente, vemos parar la Banda, y tras ella, la eterna turba de pequeñuelos que ríen y gritan alegrando el pueblo todo con su alocada felicidad.

    La feria llega, y la alameda donde se instala volverá por unos días a dar la sensación de un gran palacio de ensueños claveteado de fuego, bajo el cual, en delicioso tropel, se desbordan las flores más exquisitas del jardín de la vida; rosas carnales cuyo embriagador perfume se adentra en las almas, acelera los latidos del corazón, y hace como nunca mentir la alegría de vivir.

    Un delicioso murmullo de piropos dulces y chispeantes, de risas cristalinas y bulliciosas se clavará en el espacio saturado de muy diversos aromas, y surcado a ratos por caprichosos cohetes que como lluvia de estrellas aumentarán a intervalos los puntos luminosos del firmamento.

    Volverá a otras la monótona cantinela de los feriantes que a voz en grito ensalzaron las existencias de sus mercancías …

    Y los eternos muñecos humanos que la triste carreta de la farsa da a luz, se exhibirán sonrientes y horriblemente pintarrajeados mientras cuatro MUSIQUEROS luchan  por arrancar sonidos armónicos a unos instrumentos, y el Director del circo anuncia las piruetas que harán los titiriteros…

    Y gozamos creyendo ya estar danzando y viendo danzar a las nenitas guapas al compás de un voz modernista, mientras los papas, sintiéndose rejuvenecidos pasean muy en Tenorios, y las pobres mamas cuchichean y rememoran los tiempos que pasaran para no volver.

    Y luego el desfile también alegre, bullicioso también…

    Se irán amortiguando los ruidos, apagándose las luces…; en el paseo quedaran tan solo algunos morosos; harán su aparición las tristes flores marchitas buscando amor sin amor, y ante los puestos de dulces se estacionaran los golfillos que con infinita amargura y muy disculpable envidia lanzaran interminables miradas a lo que tan lejos de ellos está…

    Con asombrosa rapidez irán pasando esos días esperados todo el año con impaciencia y afán…; esos días que consiguieron amortiguar nuestros morales dolores…; esos días que a muchas mujercitas proporcionaron la dicha de conquistar un corazón del que nacerán amantes frases que arrullen sus oídos, y que en otras pobres dejaron la amargura de una nueva decepción…

    ¡Oh feria…! Semana loca, bulliciosa, cascabelera…; conjunto de contrastes bellos… Eres siempre igual, distinta siempre, porque cada año que pasa son distintas las sensaciones que vas dejando en las almas sin que tú constantemente bella, eternamente alegre, hagas nada por conseguir esto.

    Yo que muchas veces gocé en tus días de verdadera aventura, quisiera poder seguir alocándome y sumarme a ese tropel bullanguero que por ti y contigo se agita…

    Quisiera… quisiera…, pero ya no puede ser, el encanto de mi vida está roto, y no puedo evitar que una lágrima rebelde humedezca mis mejillas viéndote llegar a ti, que indiferente, como si una mujer fueras, ríes con locura adorable ofreciendo a todos el tesoro de tu eterna alegría…



                                                                    Rafael Segovia Ramos. Año 1924.   



Antonio Cruz de los Santos