Páginas

jueves, 20 de junio de 2013

Los Sucesos de la Aduana 1928

Capítulo 73



LOS SUCESOS DE LA ADUANA

    Con la frase que titula esta narración pasó a la historia local un episodio triste, lamentable, vulgar, pero doloroso y sangriento que, a los linenses les produjo el efecto de una bomba lanzada desde el cielo y del que se acordarán mientras testigos presenciales. Y no es para menos.

    Antes de entrar de lleno en la narración del caso, debo dar un pequeño preámbulo aclaratorio:

    Poco trabajo había por aquellas fechas en la vecina plaza de Gibraltar La Línea sufría sus efectos directamente, porque vive del trabajo, porque sus hijos son obreros en casi su totalidad y porque entonces no había otra forma de salir adelante que yendo al Peñón a la conquista del pan. En aquel periodo, angustioso por demás, que se reproducía con cierta frecuencia, los linenses salían del paso como buenamente podían. Las fábricas de tabaco habían sido mecanizadas recientemente, dejando sin trabajo a muchos obreros cortadores, picadores, etc; los barcos de carbón hacían la faena de carga y descarga mediante gigantescas máquinas que suplían perfectamente a los braceros. El arsenal, los diques, los departamentos militares apenas daban señales de vida.

    El factor de resistencia para hacer frente a la penuria consistía en desplazarse a Gibraltar para comprar las mercancías ordinarias del hogar, que allí se expendían más baratas y de mejor calidad que en otra parte. Adquirido lo necesario para el consumo diario se vendía el excedente cuando lo había. En esta operación, modesta a todas luces, se ganaban un par de pesetas. Pero un par de pesetas entonces, una vez cubiertas las imprescindibles necesidades del día, representaban un pequeño, mejor dicho, un risueño capitalito con el que repetir la hazaña al día siguiente.

    La gente iba a Gibraltar sin encontrar impedimentos de ninguna clase y regresaba con los “mandados”, que consistían en lo siguiente: dos onzas de café, un cuarterón de azúcar, dos huevos morunos, una vela un cuarterón de bacalao, una libra de patatas, la mitad de medio paquetillo de picadura de tabaco, y una caja mixtos, todo lo cual pasaba con autorización de las autoridades aduaneras.

    Con estas mercancías se aviaba la cocina en cada hogar, y el sobrante, pasaba a manos de compradores. Era una forma simplísima de “ir tirando” hasta pasar aquella crisis de trabajo.

    En la Aduana, el carabinero que registraba a los que llegaban de Gibraltar, se daba cuenta de que algunos sujetos ya habían pasado anteriormente, y para cortar este abuso, los castigaba decomisándole la totalidad o casi totalidad de la mercancía. No siempre acertaban los funcionarios, dando lugar a que pagaran justos por pecadores. De nada servían las protestas contra el arbritaje del uniformado funcionario, que, a su modo, cumplía celosamente con su deber, aunque se equivocase demasiado.

    De cualquier manera, el perjudicado perdía el total o las ganancias y como consecuencia, durante las próximas veinticuatro horas el gato dormiría plácidamente en el hueco de la hornilla. Después se presentaba la ocasión de tentar a la suerte de nuevo.

    Este era, bosquejado en trazos rápidos, el ambiente de nuestra ciudad el marco que encontró el Ilustrísimo Señor Cruz Conde, Delegado Regio, en la visita que hizo a La Línea en los días primeros del mes de marzo del año 1928.

    Tal vez fuese porque le informara, como era su deber, el entonces Alcalde, don Andrés Viñas, o quizá porque viera personalmente el crecido número de obreros parados que mataban el tiempo por los alrededores de la Aduana, explanada de Alfonso XIII y calle Carboneros, el caso es que captó el ambiente de pobreza y de miseria, y, para mitigarlo, por un gesto de humildad, o porque ese fuera su deber, visitó al Administrador de Aduana, rogándole que diese más facilidades, que aumentase la cuantía de mercancías permitidas a fin de aminorar la dramática situación de los obreros sin trabajo.

    Y, en efecto, desde ese mismo día se autorizó a cada persona que pasara la frontera, y una sola vez al día, a que trajese un cuarterón de café, media libra de azúcar, dos huevos, una vela, media libra de bacalao, una de patatas, medio paquetillo de tabaco de picadura y una caja de cerillas.

    El número de los que iban a por los “mandados” aumentó considerablemente y la gente respiró con más desahogo y tranquilidad. Sinceramente rindieron agradecimiento al autor de la mejora.

    Sin embargo, al que hizo tercer día, justamente cuando ya se había marchado el ilustre visitante, el administrador de la Aduana dio la orden, sin previo aviso, de que se permitiese pasar únicamente la cantidad de “mandados” autorizados antes de la visita del señor Cruz Conde.

    Miles de criaturas venían en aquellos instantes de Gibraltar con sus compras. Al llegar a la Aduana y saber la nueva orden se produjo la consternación general. Algunos volvieron atrás para dejar parte de la compra, otros se dejaron decomisar, pero la mayoría protestaba indecisa, sin moverse del sitio; formando grupos ante los carabineros de la “cadena”.

    El grupo principal se fue engrosando con los que venían de Gibraltar, y los de delante se veían empujados de forma que no podían evitar avanzar hacia la salida.

    El teniente de carabineros quiso intimidar a la multitud y ordenó a los guardias a su mando que se aprestasen a las armas, para contener la avalancha.

    Han transcurrido más de cuarenta años desde entonces, y todavía me resisto a creer que alguien ordenara hacer fuego contra la multitud. No se sabe que fue lo que en realidad pasó; el caso es que los carabineros dispararon contra los obreros, las mujeres, los niños y los ancianos, que de estos se componía aquella muchedumbre. Resultaron muertos dos seres humildes: un anciano y un niño.

    La multitud reaccionó huyendo despavorida. Los carabineros, aterrados, contemplaban la catástrofe. Todos pretendían haber disparado al aire; juraban y lloraban proclamando su inocencia.

    Minutos más tarde, por orden del Comandante Militar, la Aduana fue ocupada por soldados que relevaron a los carabineros. La muchedumbre, poco a poco, inició el paso por la frontera sin ser molestados en absoluto.

    Nunca se supo de qué arma partió la muerte, quien fue el funcionario homicida. Y yo creo que eso fue lo mejor para todos. Porque el odio, el rencor son malos consejeros. De saberse quien o quienes fueron los autores de las muertes, tal vez la tragedia no hubiese terminado tan fácilmente, y lo que empezó en un momento de pánico o de locura, o de nerviosismo, se podría convertir en una cadena de sucesos lamentables. Paz a los muertos y perdón a los culpables.

    Al día siguiente, todo el pueblo en manifestación de duelo acompañó al entierro hasta el cementerio. Jamás en ninguna época se formó una tan apretada multitud, que en silencio, bajo una lluvia torrencial marchaba tras los féretros. Ocupaban la cabecera de duelo el Alcalde, el Comandante Militar, el Cura párroco Padre Piña, el Juez Municipal y otras autoridades. En el cementerio, el Padre Piña pronuncio un encendido discurso pidiendo justicia para las victimas, justicia para el pueblo.

    Este fue lo que se conoce como LOS SUCESOS DE LA ADUANA.

    ¡Paz a los muertos y perdón a los culpables!


                                                        ANTONIO CRUZ.




martes, 18 de junio de 2013

La Fiesta de la Raza en la Unión Deportiva Linense 14 de octubre de 1927






Capítulo 72



De EL ANUNCIADOR. Viernes 14 de octubre de 1927


LA FIESTA DE LA RAZA

    Según estaba anunciado, ayer miércoles, con solemnidad grandiosa, se celebró el acto de reparto de premios a los trabajos que los habían obtenido, presentados al Certamen, que con motivo de la Fiesta de la Raza convocara la entusiasta sociedad cultural “UNION DEPORTIVA LINENSE”, que como es sabido se haya integrada por un puñado de inteligentes jóvenes amantes y fomentadores activos y desinteresados de cuanto con artes, ciencia o literatura se relaciona.

    El Teatro Cómico, recinto en que la fiesta tuvo lugar, se hallaba atestado materialmente de un público en el que tenían representación todas las clases sociales de la ciudad. El elemento femenino prestó al acto con su sola presencia en la fiesta, todas las bellezas, todas las elegancias y todas las virtudes, que son patrimonio de nuestras lindas vecinas las mujeres linenses.

    Hasta en anfiteatros y gradas se aglomeraba el público y había personas en pie en los pasillos, tras las plateas y en las puertas de entradas y salidas del local.

    Por entre bastidores, se habían acomodado otras personas que obstruían por completo el paso al escenario.

    Poco después de las diez de la noche, comenzó el simpático acto con la interpretación del pasodoble titulado PARRITA, por la notable Banda Municipal y original, la composición, del Director de la entidad, Sr. Ruiz de Diego. Tanto el Director-autor como los hábiles jóvenes músicos que integran la citada Banda, oyeron al terminar una prolongada ovación.

    La mesa presidencial del acto, la constituían el digno Comandante Militar don Alfonso Tapia Barreto como Presidente, a su derecha el conocido y estimado Sr. Don Leopoldo Pérez Mafé, en representación del Alcalde; don José Padilla Granados, presidente de la Unión Deportiva, don Luis Pereira Darnell Capitán de Infantería y Presidente del Jurado Calificador de este Certamen; abogado y miembro también del Jurado don Ramón Poyatos Díaz y secretario de la Unión Deportiva, don Juan Muñoz Silos. Y a la izquierda el Juez Municipal abogado don José Vegazo; Fiscal Municipal, abogado, don Manuel Bonelo Urquiza y el Secretario del Excmº  Ayuntamiento y culto periodista don Francisco de Asís Cerón y Bohórquez.

    Al descorrerse la cortina y ocupar dichos señores sus lugares en la tribuna, el público los saludó con aplausos.

    Abierto el acto por el señor Tapia le fue otorgada la palabra al culto joven Presidente de la UNIÓN DEPORTIVA, señor Padilla Granados, quien pronunció breves y sentidas palabras enaltecedoras para el brillante acto que se llevaba a cabo, dando al par las gracias a cuantos lo honraban con su asistencia en esta noche, a los señores del Jurado Calificador a quienes además felicitaba por su acierto al calificar los valiosos trabajos presentados, a los autores de estos –muy particular a los que habían obtenido premios- y en fin a cuanto en una o en otra forma habían contribuido al mayor esplendor de esta velada que con motivo de la Fiesta de la Raza llevaba a cabo la UNIÓN DEPORTIVA.

    El señor Padilla ovacionado y acto seguido el ilustrado Secretario de la entidad ya citada, don Juan Muñoz Siles dio lectura al acto del Jurado Calificador que fue escuchando atentamente por la concurrencia y muy aplaudida al final.

    El conocido joven y laureado poeta, estimado colaborador nuestro, don José Padilla Orrán, pasó a leer –con la maestría que el sabe hacerlo- la inspirada poesía galardonada con el Primer Premio, CANTO A LA RAZA, de la que es autor el notable poeta malagueño don Carlos Valverde López. Autor y lector oyeron aplausos muy merecidos.

    Luego, nuestro redactor, señor Gómez de la Mata, dio lectura a la poesía premiada con accésit para el tema, de la que es autor don Ventura Rozan Nieto, de Cádiz. También hubo aplausos para el poeta y para el lector.

    La aparición en el proscenio a renglón seguido de esto, de la bella y gentil señorita María de Dobarganes, tan hermosa mujer como ilustre artista y profesora de piano, acompañada del estudioso y conocido joven don Aurelio Veneroso, excelente ejecutante de violín y cello, fue saludada con nutrida ovación.

    A cargo de ambos ilustres linenses se hallaba el quinto número del programa de la velada artística, y supieron llenar tan a perfección su cometido que el público, Jurado, Presidencia del acto, y cuantos los oyeron prorrumpieron en aplausos ensordecedores.

    Lo primero que interpretaron la señorita -¡una tontería de señorita!- Dobarganes (piano) y el señor Veneroso (violín) fue la inspirada fantasía de marta, de Flotow. Hubo tal maestría y tales alardes de ejecución por parte de ambos en este interpretar de la citada fantasía que para hablar de ello y elogiarla a nuestro gusto sería preciso llenar el periódico y esto desgraciadamente no puede ser. Conformémonos con decir que es muy difícil –si no imposible- que haya quien pueda superarles y aplíquense estas mismas frases a los números interpretados después y que fueron Vals Muñeca, de Senén, Serenata, de Franz Drydle, y Pavana Luis XV, de Senén.

    ¡Bravísimo, señorita Dobarganes! ¡Muy bien, señor Veneroso! ¡Así se honra a la sucursal en La Línea de la Academia de Santa Cecilia, de la que sois profesores!

    Nuevamente aparece en escena nuestro compañero Gómez de la Mata, para dar lectura a la inspirada poesía CANCIÓN DE PAZ galardonada con accésit por haber sido declarado desierto el premio primero, original de un don Jacinto Rodríguez que luego  resultó se nuestro estimado compatriota y apreciado colaborador el joven poeta don Leopoldo Sanguinetti. Para este se le dio una ovación al señor Gómez de la Mata.

    Otra vez nuestro redactor y el señor Padilla Orran, dieron lectura respectivamente a las lindas poesías COMO NINGUNA, de la ilustre poetisa gaditana señorita Adela de Medina, y LA MUJER ESPAÑOLA, del laureado escritor, don Manuel Fernández Martín. Para todos hubo calurosas ovaciones.

    Los notables jóvenes músicos de la Banda Municipal, bajo la hábil batuta del señor Ruiz de Diego, nos deleitaron con la interpretación magistral del capricho MEDIA NOCHE del ya citado director de la Banda. El número, por lo bello y original, pues se ejecuta colocándose los músicos en diversos lugares del recinto y uniéndose luego marchando a compás de la música, y por su esmerada interpretación fue aplaudidísimo. Viéronse obligados los de la entidad lírica a corresponder a la ovación interpretando, también de modo admirable, el precioso pasodoble ¡Y OLE! Que fue muy aplaudido.

    El culto abogado del ilustre colegio de Sevilla, Secretario del Juzgado y querido amigo nuestro don Ramón Poyatos Díaz, hace uso de la palabra para pronunciar un discurso –brillantísimo como suyo- para enaltecer la fiesta.

    Cincelando materialmente sus frases, matizando de un modo genial sus arquitectónicos párrafos hace el señor Poyatos, después de una salutación, breve pero completa historia de la Raza haciendo alarde de su reconocida cultura y profundísima erudición.

    Es de lamentar que el espacio corto de que disponemos no nos permita dedicar a la oración del señor Poyatos, los calurosos elogios que merece. Bástenos con que dicho señor los dé por recibidos y que una nuestros entusiastas placeres a los muchos de ellos, asi como nutridos aplausos que en aquel acto escuchó de los presentes.

    Y llega la segunda parte del concierto de violín y piano por el señor Veneroso y la bella señorita Dobarganes, y llegan de nuevo para ellos los más entusiastas aplausos del auditorio al interpretar, como interpretaron, los escogidos números Escenas de Baile, de Beriot; Souvenir, de Franz Drydle; Danzas Españolas, de Sarasate, y las Ozardas, de Monti, en las que elseñor Veneroso hizo verdaderas filigranas al llegar a los difíciles “armónicos”.

    Al terminar esta actuación, el digno Comandante Militar, señor Tapia que, como se ha dicho, presidía el acto ofrendó a la gentil señorita Dobarganes, en nombre de la sociedad UNIÓN DEPORTIVA LINENSE, un soberbio ramo de flores naturales, apropiado homenaje a la bella mujer y excelente artista.

    Galante el señor Tapia entrega la ofrenda, sintetizó el valor del obsequio en las siguientes e inspiradas frases:

“Señorita, aceptad este modesto ramo de flores, poca cosa para lo que merece la mujer y lo que merece la artista, pero grande al mismo tiempo, porque entre estas flores van envueltos los corazones de todos los presentes.”

    El ilustrado maestro nacional y conocido literato don Benito Anguiano Escolar, lee un trabajo alusivo al acto, en el que en correcto estilo da cuenta de cómo, y a consecuencia de la celebración de esta fiesta el año anterior, ha logrado cruzar correspondencia, el con los profesores de varias escuelas del sur de America y los discípulos de su escuela con los alumnos de las escuelas de allá, que tan beneficioso estímulo ha de servir para una fraternal unión hispano-americana en el futuro. El señor Anguiano oyó aplausos por su escrito y por su simpática iniciativa.

    Leyeronse luego dos notables trabajos premiados con accésits y correspondientes al tema sexto del Certamen, de los que son autores el ilustrado oficial de aquel Ayuntamiento don Enrique Sánchez Earle y el culto periodista obrero don José Sánchez Flores.

    Ambos escritos son excelentes en su clase y ambos revelan profundos conocimientos en los capitales problemas que afectan a La Línea, y se dan soluciones muy lógicas y muy satisfactorias para el porvenir del pueblo futuro.

    Los señores Sánchez Earle y Sánchez Flores, así como los señores Padilla Orrán y Gómez de la Mata, que fueron lectores de los escritos, escucharon calurosas ovaciones.

    La delicadísima pagina del gran Schubert “Momento Musical” alcanzó magistral y cariñosa interpretación por parte de los jóvenes profesores de la Banda Municipal, que con tal motivo volvió a oír una ovación entusiasta.

    No obstante lo avanzado de la hora, el público permaneció en su sitio, ansioso de oír el prometido discurso-resumen que al final de la fiesta había de pronunciar el bizarro Capitán de Infantería, culto y elocuente orador y estimado amigo nuestro don Luis Pereira Darnell.

    Si alguna vez está justificada cuando de ensalzar se trata una actuación la aplicación del manido “tópico” SE EXCEDIÓ A SI MISMO nunca mejor aplicado al ilustre militar por su disertación de la noche de la Fiesta de la Raza. Con verbo cálido, frase valiente o dulce –ajustada al canto que entonaba- encantó el señor Pereira nuestras vidas y llevó la emoción a nuestros corazones, al hablarnos de la raza hispana, de sus triunfos, de sus decepciones, de sus alegrías, y de sus dolores; de las luchas en África –sangre en los campos y gloria en las alturas- y del resurgir hispano cuando el pueblo estaba abocado a la catástrofe, como Ave Fénix que resurge de sus propias cenizas.

    Hizo brillante y merecida lo de la UNIÓN DEPORTIVA LINENSE y de sus socios, que tanto y tan eficazmente laboran por la cultura; a los señores del Jurado; a la señorita Dobarganes para la que tiene frases galantes, así como para el lindo plantel de mujeres bellas que adornan la sala del teatro, y por último elogiar a su colega en oratorio señor Poyatos, y a los autores premiados.

    Felicísimo, convincente y conmovedor estuvo en su discurso el señor Pereira y la ovación que escuchó al terminar no es para descrita.


    Vaya nuestra sincera felicitación al ilustre militar y brillante orador. Felicitación que nos complacemos en hacer extensiva a la UNIÓN DEPORTIVA LINENSE; al Ayuntamiento que patrocinó la fiesta; a los autores premiados cuyas poesías tendremos el gusto de ir publicando sucesivamente- y a cuantos han sabido prestar con su labor honra a LA LINEA y esplendor al acto.





domingo, 16 de junio de 2013

Ofrenda Simbólica Soneto de Andrés Vázquez de Sola

Capítulo 71




OFRENDA SIMBOLICA

Al Rey, en sus bodas de plata con la Corona


Señor; Desde este balcón hidalgo se asoma España
Al rito que encadena los besos de dos mares;
Y España no bendice, sino una mano extraña.
¡pero la ceremonia se oficia en sus altares!

Señor; en un oculto pliegue, nuestra bandera
Sufre el girón sangrante de un hilacho perdido,
Brizna que arrancó el viento de la audacia extranjera
A las recias urdimbres del hispánico nido.

Señor: en esta hora de patrios ardimientos
Cuando a tu egregia planta vierte sus sentimientos
Cada pecho de España, que es de su fe un altar,
El iluso poeta que otra cosa no pudo,
Te brinda un lema insigne, Señor, para tu escudo:
¡España ya no llora mirando a Gibraltar!

                                          ANDRES VAZQUEZ DE SOLA.


                                        Este soneto se publicó en el número extraordinario de  “NUESTRA LÏNEA” de mayo de 1927, con motivo de las bodas de plata de Alfonso XIII con el trono.