Capítulo 13
PLAZA
DE TOROS DE LA LINEA
La corrida de ayer.
--¿Hace “farta un
coche bueno
Llegué a la plaza y allí
“pa” los toros,
señorito?
vi, como siempre, a los hijos
Con V. solo me
voy.
de Gibraltar con cencerros
Pero digo ¡que
ahora mismo! y con palos y con pitos,
El cochero que así
hablaba divirtiéndose a su modo,
era más feo que un
tiro bebiendo y hallado a gritos.
y el coche que me
ofrecía
los de aquí con manzanilla
era un coche
“nuevecito”:
y con voces y silbidos;
las cortinas
desgarradas; los vendedores
gritando
el techo
agujereado;
y en medio de tal bullicio
un muelle de atrás
partido
mil mujeres hermosísimas
y medio muerto el
caballo.
de andares provocativos,
Gracias que
encontré otro coche labios
siempre sonrientes
que si no, me voy
andando y ojos rasgados y lindos,
porque lo que es en
aquél
con su presencia alegraban
de fijo nos
estrellamos.
dando vida y colorido
a
aquel cuadro encantador
de España tan solo digno.
Distraído
estaba yo con todas estas cosas cuando se presentó en el palco el Sr.
Presidente, midió las puyas con el llavín de su casa según dijo a mi lado un
señorito “litroso”, sacó el pañuelo que aún conservaba el calorcillo de la
plancha y el olor de agua florida, dando la oportuna señal para que salieran a
la arena las cuadrillas de Guerra y Reverte. La música tocó la marcha de Pan y
Toros, que muchos tomaron por el Miserere del Trovador; salieron los diestros y
después de las formalidades que marca el arte, volvió el Presidente a sacar el
pañuelo, notando con sentimiento que ya estaba frío y que había perdido parte
del perfume.
Hizo una señal y dieron suelta al primer
Muruve, que se llamaba si no nos han engañado, Culebrito. Llevaba el número 22
de los de su familia y era negro zaino, cornicorto, bien puesto y astillado del
izquierdo. Con poquísima voluntad y menos bravura tomó tres varas a la carrera;
luego se creció algún tanto, tomando siete varas más y dando una caída.
En banderillas le adornó Mojino con dos
pares, uno cuarteando bueno, y el otro a la media vuelta; y el Primito con
otros dos, uno de sobaquillo y otro al relance.
Y sale a matar el Guerra, que vestía de azul
y oro, empleando con Culebrito la siguiente faena: once pases naturales, cuatro
con la derecha, dos en redondo y dos de pecho, dando un pinchazo en hueso;
varios pases más y … ¡!horror!! una estacada atravesada, saliendo el matador
como Dios quiso y la punta del estoque por el otro lado del toro.
¡Y eso lo hizo Guerra, Guerrita, Rafael II ¡!
Otros cuantos pases más, una pasada sin herir
y una estocada sin cuadrar de la que se echó el animal.
Lo
levantó el puntillero Y
salió el segundo bicho
que
era más malo que yo; negro
zaino, bien puesto,
pero
luego a la tercera,
bravo, ligero de pies
el
hombre, al fin acertó. y
más chico que el primero.
Se llamaba “Aragones” y tenía el número 2.
Tomó siete varas, casi todas recargando, dio cinco costalazos a los “caballeros
andantes” y dejó sobre la arena dos víctimas.
Le adornaron con tres pares y medio de palos
y pasó a mano de Reverte. Cinco pases con la izquierda, once con la derecha y
dos de pecho precedieron a un pinchazo; da un pase natural, uno de pecho; se le
cuela el toro. Otro pase natural y un pinchazo alto. Vuelve a pasar y dio una
buena estocada hasta la mano que le valió muchas palmas.
El tercero
“Salguerito”
negro zaino,
astiblanco
un poco enjuto
de carnes
y un poco cariavacado.
Guerra
se enreda con él y le da tres verónicas, una de farol y dos de frente por detrás,
escuchando muchas palmas.
Aguantó el toro seis varas, dando en cambio
dos batacazos a los tiernos y delicados picadores.
Almendro colocó un par abierto; Antonio
Guerra, después de una salida en falso clavó un buen par y repite Almendro con
otro par bueno.
Guerra lo pasa ocho
veces;
le atiza media
estocada;
el bicho escupe el
estoque
y aquí no ha pasado
nada.
Con que vuelta a empezar. Tres pases
naturales; una estocada corta y tendida y …
Otros dos pases le
dio
y también otra
estocada
tendida y atravesada
de la que el toro se
echó.
El 4º, número 31, le llamaban “Cumbrero”, vestía
el mismo terno que sus compañeros y era algo levantado de cuernos.
Recargando, con poder, y bravura tomó ocho
varas, dio seis caídas y …
quitó de este mísero mundo
lo menos tres jacos
en competencia con las
de “arenque”
Pide el público que pareen los matadores y
cogió Guerrita un par que ofreció a Reverte, el cuál rehusó tomarlo.
Guerra clavó un par al relance y entre Moyano
y Pesquero clavaron dos pares y medio.
Reverte pasó al bicho diez y nueve veces,
sufrió dos achuchones y dando una estocada atravesada. Varios pases más.
Intenta prepararlo para el descabello y se le cuela el toro saliendo casi
alcanzado. Otros cuantos pases y atiza una hasta la mano que hizo un ovillo al
toro.
El 5º, “Rosarito”, número 5, negro, bragado, caído
de cuernos, tomó cuatro varas y dio dos caídas. Entre Mojino y Primito le
pusieron cuatro pares. Guerra lo pasó una vez con la derecha, dos de pecho y
tres naturales para una estocada corta cuarteando muchísimo.
Dos con la derecha y uno natural; otra
estocada corta buena, dos pases más y una estocada hasta la mano. Palmas.
El 6º, “Pergolito”, número 8, negro pitón
bragado, astiblanco y levantado de cuernos.
Con voluntad tomó nueve varas dando cuatro
caídas. Le clavaron tres pares y Reverte, después de una infinidad de pases y
varias estocadas lo remató de una en las tablas.
EN
RESUMEN: Los toros buenos, exceptuando
el primero. Sobresalieron el 5º y el 6º.
Los picadores si no hubiera sido porque
ninguno pinchó en su sitio hubieran quedado bien puestos.
Los banderilleros fueron los que quedaron
mejor.
Los espadas… De los espadas habría mucho que
hablar.
Con razón decía uno desde el tendido: --¿Y
este es Guerrita?
Yo digo igual, y además: ¿Este es el Reverte,
el que nos pintaban como modelo de arrojo y valentía?
La entrada un lleno en el Sol; poco más de
medio en la Sombra, y flojas, pero muy flojas, las localidades de preferencia.
El servicio de plaza bueno.
La Presidencia acertada.
Sardinas enviadas al otro barrio, catorce.
Y para terminar:
Si aquí en otra corrida
matan Guerra o Reverte
me embarco para Cuba
tan solo por no verles.
ENRIQUE GOMEZ
DE LA MATA. La Línea 9 mayo 1892.