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martes, 26 de febrero de 2013

Incendio en el Almacén de Don Ricardo Ruiz

Capítulo 40





EL INCENDIO DE ANOCHE

Viernes 8 de marzo de 1895.


    Noticia aterradora fue la que anoche a las once cundió en la calle Real. ¡Que arde el almacén de Ricardo Ruiz! Y en el acto se lanzaron a la calle y se dirigieron al lugar del incendio cuantos se encontraron en condiciones de hacerlo así.

    Desde el momento que se llegaba a la calle Real se veía que las llamas subían ya al exterior del edificio, acusando que en el interior del almacén el incendio tenia graves proporciones.

    De lo primero que se trató por cuantos acudieron en primer término fue avisar a los más comprometidos, que lo eran los dependientes del indicado almacén, de la propiedad de don José Sánchez Medina, propietario y del comercio de San Roque, y los propietarios del edificio que habitaban el piso alto, señores de Ruiz Cuadro.

    Después los más arriesgados eran el establecimiento de tejidos de don Juan Simón Lozano, la casa de don José Escalante y el establecimiento de calzados de don Antonio Niebla García.

    Por la espalda era grande el peligro de porción de vecinos, habitantes en la casa incendiada y demás contigua.

    Como no había momento que perder, porque las llamas aumentaban por instantes, hiciéronse inauditos esfuerzos por llevar la alarma a don Ricardo Ruiz para que huyese de la catástrofe, y estando en esta operación hubo una explosión dentro del establecimiento, que luego se supo fue debida a la inflamación de los bombos del petróleo y aceite destruyéndose una de las puertas del establecimiento, por la que salió una columna de fuego que llegó hasta la pared de enfrente, envolviendo y poniendo en grave peligro a diferentes personas conocidas de la población, las cuales salieron con el pelo, cejas y pestañas quemadas, y algunas con la piel del rostro también lesionada.

    Consiguiese poner a salvo a don Ricardo Ruiz y señora, así como a sus padres, este último gravemente enfermo, y sin más equino que unas ligeras ropas para cubrir sus carnes, pues se hallaban acostándose cuando se apercibieron del humo, del inmenso peligro en que se encontraban.

Don Ricardo Ruiz pudo también llevar consigo algunos fondos. Lo demás todo fue pasto de las llamas con rapidez vertiginosa.

    También fue sacada de su domicilio la esposa del señor Escalante, que se hallaba postrada en casa gravemente enferma.

    La casa y establecimiento de tejidos de don Juan Simón Lozano, fue preciso desalojarlo inmediatamente, porque el fuego amenazaba envolver a dicho edificio y era indispensable aligerarlo del inmenso combustible que allí existía. Los géneros fueron sacados a la calle, así como el mostrador, estantería y mobiliario de la casa, que fue arrojado por el balcón, sufriendo el señor Lozano graves e importantísimas pérdidas y quebrantos.

    Se adoptaron desde los primeros momentos las medidas y disposiciones que las circunstancias permitían, con la cooperación de todas las autoridades, funcionarios públicos, fuerza Municipal y de la Guardia Civil, Militar, Carabineros, de una de las escampavias de guarda costas y Orden Público, trabajándose por todos y con ayuda del vecindario sin distinción de clases ni matices, con todo denuedo para impedir la propagación del voraz elemento y procurar su completa extinción.

    Mientras esto sucedía, las llamas tomaban tal incremento por la fachada de la calle Real, que pusieron en inminente peligro la casa que habita con su establecimiento don Juan de los Santos, y la que de su propiedad ocupa con su familia don Cayetano Ramírez, por lo que fue preciso retirar las puertas y ventanas y rociar con agua las fachadas para que la propagación que amenazaba de un modo inminente, no se realizara.

    Hallábase ya localizado el incendio entre una y media y dos de la madrugada, cuando se presentó, con general contentamiento, la brigada de bomberos de Gibraltar, con dos potentes bombas, empezando a funcionar una en el acto.

    El “Hecho”  de Gibraltar había hecho oportunamente la señal de incendio en nuestra población.

    A las tres y medias de la madrugada el fuego quedó extinguido, dejando en alberca toda la parte de casa de don Ricardo Ruiz, que constituía lo comercial de la finca por la parte de la calle Real.

    El Sr. Alcalde, acompañado del Sr. Comandante militar y de otras distinguidas personas, salieron a despedir a la brigada de bomberos de Gibraltar, demostrándoles el agradecimiento en que se tenían sus valiosos servicios, y obsequiando a todos sus individuos, que mostraron unánime satisfacción.

    La brigada dicha demostró en sus trabajos gran pericia, mucha actividad y una perfectísima organización, disponiendo de un excelente material, que es indudable, aminora los efectos del siniestro en los desgraciados casos en que se producen.

    Nuestro Ayuntamiento tiene ya acordado, con motivo del anterior incendio, adquirir material suficiente para la extinción de esta clase de siniestro y ha hecho ya el oportuno pedido. Pues dada la frecuencia con que estos siniestros se vienen sucediendo, urge, y se hace indispensable, la adquisición de tan útiles elementos, así como la organización de una buena brigada de bomberos.

    Es una mejora que no se hará de esperar y cuyo complemento se obtendrá si el comercio por su parte abandonando la punible apatía que en todo muestra, hiciese a su vez lo mismo que va a efectuar la Corporación Municipal.

    Después de extinguido el incendio fueron recogidos de las calles los efectos y mobiliarios que se depositaron en las mismas en los primeros momentos, retirándose la mayoría de las fuerzas, quedando encomendada la vigilancia permanente del edificio incendiado a la fuerza municipal en unión con la de la Guardia Civil.

    A la vez el Sr. Alcalde dio las órdenes oportunas para que en el momento en que amaneciera, se adoptaran en las medidas de precaución que fuesen necesarias para no hacer peligroso el tránsito  público por la proximidad del lugar del siniestro, y después de que se enteró de que todos los interesados se hallaban en buenas condiciones, relativamente, con especialidad la joven y simpática esposa del señor Ruiz, que sufrió desde los primeros momentos grandes ataques nerviosos y cuyo estado era delicado, se retiró  a descansar con los demás funcionarios que le acompañaban y cuya presencia allí no era ya precisa.

    Hoy se han dedicado los interesados, y muy especialmente don Ricardo Ruiz, a remover los escombros para recoger algunos efectos de valor y metálico, que no pudieron ser recogidos en la huida, lográndose recuperar cantidades importantes.

    El local continúa convenientemente custodiado y vigilado. El almacén hallábase asegurado por la suma de 25.000 pesetas. El señor Ruiz tenía asegurada la finca, pero creemos que en una suma mucho menor que su valor, sin comprender el seguro el mobiliario y demás enseres de su casa, por cuya razón los perjuicios y daños sufridos son de verdadera consideración.

    El señor lozano, nos aseguran, que la casa y el establecimiento de tejidos los tiene asegurados también por la suma de 125.000 pesetas y que considera haber tenido un daño de 75.000 pesetas.

    Después de tantos desastres, que vivamente lamentamos, hay siempre algo de que alegrarse y es en este caso de que no hayan inmensas e irreparables desgracias personales, lo cual y dada las condiciones del suceso, ha sido un verdadero milagro, del que ha tenido gran parte la hora en que se inició el incendio.

    De ocurrir aquel una hora después, cuando todo el vecindario hubiese estado entregado al sueño, son incalculables las gravísimas consecuencias que pudieran haber sobrevenido.

    La causa del incendio fue la tirada de un fósforo al suelo, prendiendo fuego al petróleo y después a alguna pólvora, volando el fuego instantáneamente de la manera aterradora y desoladora que dejamos expuesta.

    Así lo oímos decir anoche mismo en la calle Real a uno de los muchachos dependientes del establecimiento, que por cierto lloraba amargamente.

    ¡Dios nos libre en delante de la repetición de tan funestos acontecimientos!